En esta escena final de Cradle Will Rock (Abajo el telón, 1999), dirigida por Tim Robbins, Bill Murray interpreta a Tommy Crickshaw, un ventrílocuo de vodevil venido a menos, que realiza una actuación final con su muñeco en un teatro casi vacío.
La particularidad de este show decadente es que el muñeco (Tommy Crickshaw Jr., un alter ego del artista) se revela como un revolucionario y termina cantando La Internacional. Es una performance chocante, ya que se da en pleno macartismo de los años 30, una época de represión intensa a toda manifestación artística simpatizante con el comunismo y la izquierda en general.
Sin embargo, la presencia de Crickshaw es amarga —incluso se le puede ver llorar sobre el escenario— puesto que es martilleado por su propia conciencia, encarnada en el muñeco, que llega a acusarlo de haber delatado a sus compañeros. La sala medio vacía y el tono de pesadumbre convierten lo que podría ser un acto épico de redención en un gesto melancólico y estéril, casi grotesco: un último estertor del antiguo compromiso revolucionario del artista, pero ya sin un público receptivo.
En contraposición, en la secuencia combinada final (adjunta en el vídeo), también asistimos a la exitosa representación de The Cradle Will Rock, que nos muestra la fuerza del colectivo constante y comprometido: a pesar de la censura, los trabajadores del teatro y los actores se organizan, llevan la obra a cabo de forma improvisada y logran un momento de éxtasis popular y proletario.
Por tanto, la derrota y muerte artística del ventrílocuo es el reverso de la victoria coral de la obra; uno representa el ocaso de una voz aislada que traicionó sus ideales, el otro el triunfo de un coro popular que se niega a ser silenciado.
Las imágenes de esa victoria se combinan con el funeral del muñeco, orquestado por una troupe de freaks y marginados. Se trata de un ritual alegórico: en este carnaval fúnebre son los excluidos de la sociedad y los lumpen quienes rinden homenaje a la voz perdida. Tim Robbins nos muestra así que la cultura revolucionaria, cuando no encuentra un cauce colectivo real, termina absorbida por lo marginal y subterráneo, quedando relegada a la periferia.
En otras palabras: ese funeral es un acto de memoria y fracaso a la vez. Se celebra lo que el muñeco (y por extensión, el ventrílocuo) representó, pero en clave de derrota, al margen de la esfera política y cultural.
“The Cradle Will Rock”, la obra de teatro que da título al film de Tim Robbins, es un musical escrita en 1937 por Marc Blitzstein y dirigida originalmente por Orson Welles.
El título significa literalmente “La cuna se mecerá”. La “cuna” (cradle) alude al lugar donde duerme el niño, pero en la obra funciona como metáfora de la clase obrara, que, tarde o temprano, “se moverá” o “se levantará”.
Es una pieza abiertamente pro-obrera y anti-capitalista, que denuncia la corrupción política y la represión sindical en la América de la Depresión. El gobierno estadounidense clausuró el teatro la noche del estreno por considerarla demasiado radical. Los actores desafiaron la ordenanza y se trasladaron a otro local, donde representaron la obra desde las gradas del público, sin decorado ni orquesta.
